el mago del cuento... soy yo

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autorretrato inédito en libro, inicialmente concebido para "Sopa de sol"

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lunes, 11 de julio de 2011

en el crepitar de las páginas


Chesterton dijo que para un niño de 10 años es maravilloso leer que Pepito abrió la puerta y encontró un dragón, pero para un niño de 5 años ya es maravilloso que Pepito abra la puerta. Como han cambiado un poco las cosas desde la época de Chesterton, probablemente es un niño de bastante menos de 5 años el que encuentra maravilloso abrir la puerta (ya ni siquiera es maravilloso cuando ésta se abre sola, pues ha tenido sobradas ocasiones de ver actuar células fotoeléctricas y telecomandos… y aunque no tenga la menor idea de cómo lo hacen, no tienen nada de excepcional). Para el chico de 15 años lo maravilloso es no abrir la puerta y encontrarse a sí mismo...

No se puede romper todos los esquemas al mismo tiempo en una sola obra –mucho menos en una obra para niños- pues se quebraría el pacto de comunicación con el lector. La abuela de Ertico pertence al modelo familiar, sexista y con imagen de los “abuelos” tradicional: es gorda, se peina con moño, hacendosa, tierna, anticuada, comprensiva, casera. Sus poderes mágicos son del tipo “depositaria” y no del tipo “creadora”, pero al menos es una jubilada, vive sola, tiene una misteriosa vida independiente, guarda secretos enigmáticos y no da consejos.

La escuela refleja la imagen que una sociedad tiene de sí misma”, dijo Alain Touraine. Así, la literatura infantil, en su tradicional y larga dependencia de la escuela, se ve instrumentalizada en aras de la formación de esa imagen social y así deviene didáctica y, frecuentemente, conservadora puesto que a lo anterior se añade el elemento de la nostalgia que el autor experimenta por su infancia; sea en forma explícita o implícita (ver final pag. 504 y pag 505 del Dictionnaire Larousse de littératures, t I, referencia a la asignación a los niños de vestuario anticuado –práctica hoy inexistente)

Sei que peguei o embalo e estou sintonizada com o que devo, quando começa a acontecer um fenómeno que Jung chamava de “sincronicidade”, como si simultaneamente a criaçao no mundo lá fora e a que se exerce em meu mundo interno estivessen afinadas. Algo difícil de descrever, mas nítido. Tento dar um exemplo. Surge no texto um problema que nao consigo resolver. Paro e presto atençao ao que me cerca: leio o mundo. A resposta sempre vem, numa cena a que assisto, num trecho que leio, num caso que me contam, num pássaro que pasa voando.
Es lo que me pasó en Vuela, Ertico, vuela: cuando yo patinaba con el final -sin desarrollo- y el personaje de la alfombra voladora todavía no existía como ser vivo. Fue entonces que salió en El Correo de la UNESCO un artículo que me habían anunciado para el mes anterior, pero que afortunadamente se vio desplazado al de febrero 1996, coincidiendo así con un excelente artículo de Edgar Morin donde él explica su famoso principio de la complejidad, y que resumía el conflicto en que se hallama mi historia: las partes son más que el todo porque poseen características independientes y diversas; pero el todo el más que las partes porque incluye la relación entre ellas. Y explicaba Morin que complexus en latin significa “que está tejido junto”. Fue eso lo que me dio la idea de que la alfombra, al ser retejida por la abuela a partir de los diversos objetos que había estado regalando a su nieto, adquiriese vida y palabra y, siendo una alfombra mágica (voladora) se tejiese entre ellos una relación que permite al chico descubrir su propia valía y hacer los amigos que está buscando desde el comienzo de la historia.
También, pero es más anecdótico, me ocurrió que el día en que terminaba mi novela Exploradores en el Lago -que habla de tráfico de especies y tiene entre sus protagonistas a una cotorra- dos periquitos se instalaran en el balcón de mi escritorio, en el 11º piso de la calle Ayacucho en Buenos Aires. Como si estuvieran allí espiando el buen rol que les correspondía en esa novela (donde también se destaca una bandada de periquitos precisamente).

Hay farsantes, descendientes directos de los pillos que embaucaron al Rey Desnudo contado por Andersen, que publican cuentos sin palabras, sin ideas, sin trama, sin personajes, sin imágenes, sin humor… en resumen, que se limitan a enviar a los editores páginas blancas advirtiendo que los tontos no ven el texto. Esos pillos publican sus “libros” con la misma advertencia en la contratapa. Y allá van los críticos, los libreros, los bibliotecarios, los padres y abuelas a comprarlos y a ofrecerlos a los chicos. Solo algunos pequeños se atreven a gritar: “¡El libro está vacío!” como mismo aquel niño del cuento gritó: “¡El rey está desnudo!”. Pero contrariamente al cuento de Andersen, son pocos los que le escuchan y se ríen de los embaucados.

“El problema no es si es moral o inmoral, el problema es que está mal escrito”, dijo Oscar Wilde. Esto debería estar escrito con letras de oro en el frontispicio de la literatura infantil.
La falta de prestigio académico de la LIJ se debe a que son historias que terminan bien. Sin embargo, todas las personas serias saben que solo hay grandeza en la tragedia, en los temas graves: la muerte, la angustia, la enfermedad, la traición, la flaqueza... Si algún libro infantil se acerca al Parnaso es porque su final , si no infeliz, es al menos ambiguo, irónico, o mínimamente escéptico. Esto puede estar relacionado con la manía castigadora de los pueblos semíticos, pues la Odisea, por ejemplo, termina bien.
Freud descubrió que los niños, a los dos o tres años, cuando empiezan a percibir que sus padres no son perfectos, se inventan padres ideales (un rey y una reina por ejemplo) para suplantarlos, pretendiendo que los que simulan ser sus padres no son más que un par de malvados que los han comprado a algún gitano o simplemente robado. Freud llamó a esa curiosa fantasía infantil la novela familiar. A partir de ese concepto, Marthe Robert elaboró más tarde la teoría de que toda ficción vendría a ser una especie de novela familiar, un modo de abolir el principio de realidad para construir una más gratificante. Podría detectarse un atisbo de ese mecanismo en La divina comedia: en la vida adversa de Dante, condenado al exilio de Florencia hasta su muerte, su libro fue una manera de reconstruir el universo según leyes que él mismo establecía, distribuyendo en él, a partir de sus ideas y de sus pasiones, castigos y recompensas. SE dotó de un padre espiritual, Virgilio (...) y una madre o amante mística, Beatriz...
Hay cierta literatura infantil que parece haberse inventado una novela familiar en la cual ella es hija de una literatura para adultos, especie de princesa oculta...

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mi primera máquina (1975-1979)

mi primera máquina (1975-1979)
biblioteca martí, santa clara, cuba, 1993
Comencé a escribir a mano, claro. Primero con lápiz (usaba los de dibujo, de mina muy dura, para no tener que estar sacando punta continuamente; así comencé a gastarme la vista y a los 15 años ya usaba gafas -"espejuelos" decimos en Cuba- de aumento). Luego pasé a los por entonces escasos bolígrafos. Cuando a mediados de los años 1970 quise comenzar a compartir mis escritos con los colegas de taller de escritura o presentarlos a premios literarios, comencé por acudir a alguna colega o amiga mecanógrafa. Una bibliotecaria de Sala Juvenil de la Biblioteca Provincial de Santa Clara tecleó mi primera novela (que ilustré... a mano, claro) y mandé al Premio UNEAC 1977. Pero mis obras eran largas y ella tenía mucho trabajo. Así comencé a teclear yo mismo en la Underwood de la foto: una máquina prehistórica, pero muy bien cuidada y de tipos redondos.
Fue al año siguiente que un amigo mexicano que partía de vacaciones, me dejó su moderna máquina portátil. En ella aprendí a teclear según las reglas del arte y mecanografié mi segunda novela, por primera vez de la primera a la última letra.
De mis máquinas posteriores no guardé ni el recuerdo de una foto, y tampoco de la máquina electrónica que utilicé durante mi estancia en Brasil '1989-1991) ni de mi primer ordenador, un Compaq portable que me acompañó 8 años. Pero esta ya es otra historia, porque en él comencé a escribir directamente sobre un teclado; abandonando para siempre la versión manuscrita previa y el enojoso mecanografiado ulterior
Lo dicho; esa es otra historia.

traducido a persa, hindi, coreano, tamul, catalán y tantos otros

traducido a persa, hindi, coreano, tamul, catalán y tantos otros
Olinda, la bella durmiente fue mi primer artículo publicado en el Correo de la UNESCO, me procuró traducciones a decenas de lenguas... en las que a veces ni siquiera supe separar mi nombre del título del artículo

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